sábado, 6 de agosto de 2011

Soy peruano, soy arequipeño

Parte Primera


La emoción empieza muy fuerte, hombres y mujeres de un negro predominante asaltan la Alameda de la Merced hasta llegar a la Plaza de Armas –precedidos por bellas adolescentes de un blanco humo, unas interpretan  pampeñas, las otras con gracia y pundonor la zapatean-; panderetas y banderas danzantes, cuerdas alegras que musicalmente invitan a los transeúntes a detenerse y aplaudir… son tunas, no se comen, pero igual y mejor es su deleite.

Es agosto y Arequipa está de fiesta, veo que también salen a embellecerla sus mujeres de formas distintas, y a cada dos pasos me encuentro con una… si no resalto cada detalle de ellas y sus bellezas diversas, es que la homenajeada es otra; la madre de todas: “Arequipa”. Es mi centro del país donde nací: "Perú", e igual a ella es magnánimo… Lo es y hace unos días atrás celebramos la conmemoración de su independencia; días antes pude comprobar una vez más la belleza de sus parajes, la imponencia que tuvieron y dejaron sus culturas Pre e Incas; de norte a sur, costa sierra y selva… el mar de Grau, sus ríos, lagos y lagunas; su riqueza en flora y fauna. No lo digo de puro orgullo de haber nacido en esta tierra del sol o por una repentina identidad festiva, es la comprobación por las oportunidades que Dios me dio, me da y me dará de recorrer mi Patria.

He podido disfrutar de algunas de sus playas (dicen que demuestra un botón): Boca del Rio de piedritas de variadas formas y colores en Tacna la Heroica (pueblo patriota remitido a las pruebas) de donde nació el amigo-hermano, con su Alto de la Alianza monumento manifiesto de su valor; las riberas del mar de Ciudad Nueva - Ilo en Moquegua, ciudad tranquila del buen cuy, el macerado embrujador y la palta fuerte -rica y de exportación-; la Punta de Bombón, Conto, Mejía, Catarindo (piscina natural) y sus primeras orillas en Mollendo y no hay como ese mar bravo –al igual que sus hombres de buena chispa y mujeres de gracia y talento-, donde uno se divierte con las olas o ellas se divierten contigo; Cerrillos, Primavera, Santa María y la Punta en Camaná del buen arroz, la mejor yuca... playas blancas y a excepción de la Punta que es de diversión y bullicio, las demás son familiares -llegan también primos, tíos, abuelos y amigos- y tranquilas; sin dejar de mencionar el Choro –agua, arena y vegetación convergen en mi retina como propuesta de un lugar perfecto-. Las riberas pacificas del sur de lima, el pueblo de San Bartolo con su abra de piedritas y arena inquieta… la costa verde (en recuperación, dónde otrora veraneaba la aristocracia limeña) y la punta en el Callao de piedras y zapatillas que se pierden en el mar; Puerto Mori y Huanchaco -playa mística, histórica y artesanal- en Trujillo… Aún varias más me esperan en gran litoral peruano.

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