No
me motiva su navidad con sus luces de neón, enceguecedoras del corazón
y más que anunciarte, te niegan… y atentan contra
tu creación.
No
me conmueven esos fríos escaparates que te usan para sus globalizados
disparates
y aumentan las resquicios entre tus hijos.
No
me alimenta la cena que alrededor de una mesa, no se unen corazones
sino
pasajeras, hipócritas, frívolas y costumbristas razones.
No
me motiva la navidad Señor, porque tú no naciste un solo día
que
oculta los otros y el sol de tu creación.
No
me causa gracia ni inspiración aquel gordinflón, viejo usurpador y barbón
que somete a pueriles
duendes para fabricar vanas felicidades y comerciales.
No
me mueve del todo el clamor de liberar y calmar conciencias en actividades,
un
solo día, de tantos aherrojados, egoístas, indiferentes y rutinarios.
No
me inquiere tu nacimiento prostituido, no naciste para el aguinaldo pervertido.
sino
el pesebre abandonado de mi corazón, fruto de mi obcecada razón.
Me
estremece el mendigo -el niño y el anciano- los trescientos sesenta y cinco
días del año
y que
no tengo el valor de llevarlo a casa algún día de navidad.
Me
desgarra tu verdad en mi temor y debilidad. Renace el niño ensortijándose en
tu regazo
que escapa de “Herodes”, “Pilatos” y “Sumos Sacerdotes”.
Me
motiva tu decoración tan natural a olor a humedad y, las pocas gotas que asoman
limpian,
entristecen y ahondan.