martes, 14 de agosto de 2012

Arequipa: No te duermas en tus laureles

Nuestra hermosa ciudad celebra su cuadrigentésimo septuagésimo segundo aniversario de Fundación Española y quizá los momentos de mayor júbilo y orgullo por la patria chica y todo lo que ella representa, pero, ¿no es el momento de hacer un alto para analizar el largo tiempo y proceso que se tiene –del cuál nace parte de nuestro querer- en la actual realidad de nuestra tan querida ciudad? Rescato para este momento fragmento del discurso del profesor e historiador arequipeño Eusebio Quiroz Paz Soldán, por motivo de conmemorarse los cuatrocientos cincuenta aniversarios de Arequipa el Quince de Agosto de mil novecientos noventa:
“…y tal aniversario la sorprende no sólo orgullosa de su pasado, por haber forjado durante medio siglo la historia de la República como dice Mostajo, sino en un momento crítico de su presente; de allí que no sólo debamos ocuparnos de glosar y comentar la historia, sino de preguntarnos qué somos y cuáles es la expectativa que espera a Arequipa, convertida ahora en Región, y enhorabuena porque en ello reside su fuerza.
Porque no se trata únicamente del merecidísimo elogio que le debemos, sino de la obligación que tenemos con el pueblo de conducirlo a la paz y a la justicia social, por medio de la fraternidad, la solidaridad y el comunitarismo.
Y es que sería una grave omisión si nos limitásemos a expresar lo que nuestro corazón de arequipeños encierra como alborozo y como afecto para nuestra tierra y no mirásemos el presente con los ojos aprehensivos de quienes nos damos cuenta que vivimos momentos de crisis y que precisamente en ellos es cuando se manifiesta el vigor de un pueblo…, no sólo debe ser motivo de orgullo, sino de impulso para lograr la conquista del futuro y para trazar y desarrollar un proyecto que nos haga dignos de ese pasado con el que nos sentimos tan profundamente identificados.”
En un día común uno se pueda dar cuenta de esta crisis que afronta Arequipa desde ya varios años y que Quiroz Paz Soldán lo señala anticipadamente en 1990.
Desde tu despertar ves que tu nuestro orgulloso cielo azul se va tiñendo gris en el horizonte, y el Misti muy pocas veces nos recibe vestido de gala con su majestuoso poncho blanco, quizá atribuyamos al calentamiento global en una recatada media culpa y lavada de manos, pero tan culpables somos todos: antepasados, presentes y las juventudes de “nuevos laureles” de ello. Como también lo somos en: demos un vistazo a las calles de nuestra ciudad, la que es elogiada en el resto de país  y rescatan en el mundo como “limpia”; plagada de botellas y bolsas de plásticos, envolturas de antojitos, galletas y caramelos, papeles de propaganda y el smog impregnado en árboles, postes y casas. Y si hablamos de smog, y al igual, sólo con empezar el día somos parte del caos vehicular que invade Arequipa; donde el transporte público no sólo se van apoderando prepotente y desordenadamente de nuestras calles, sino también de nuestros bolsillos (Srs. taxistas no todos somos mineros, somos muchos más los del pueblo), de nuestra conciencia y tranquilidad. No es sólo el humo su aporte al medio ambiente, sino también su contaminación sonora (tu prisa, ignorancia y estupidez, no hará que el semáforo cambie, o que un pasajero suba volando o que él de adelante –ídem a ti- avance con normalidad) y la desvalorización del ser humano (en lo cual somos los primeros culpables y cómplices), al tratarnos como cajas que pueden apilar o apiñar, animales que pueden empujar, gritar y hasta ofender. Sumado a esto, están la malas gestiones de sucesivas autoridades ediles en la confección de pistas de acorde a la realidad de Arequipa y, las malas planificaciones en obras, incluyendo en esto a SEDAPAR. Y todos nosotros orgullosos de pasado revolucionario nos quedamos silentes ante tanto maltrato a Arequipa y en si al arequipeño. Si nos hemos levantamos ante abusivos gobiernos, ¿por qué no cambiamos nuestra realidad?, por qué nos unimos ante el delincuente que va impávido haciendo sus fechorías y robando la tranquilidad, la cual también era reconocida. Nos gana la indiferencia, la prisa, la rutina, el egoísmo de la globalización y el consumismo de tantas “grandes ciudades” pero sin identidad como la nuestra.
Una ciudad que va perdiendo su identidad y reconocida como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”;  que gracias a nuestras últimas autoridades que decir que poco o casi nada han hecho para mantenerla como tal, es favorecerlos, porque han hecho todo lo contrario, ejemplo tenemos a nuestro actual burgomaestre que con perdón del burro, sería más un burro-maestre en cuestión de cultura arequipeña y patrimonio. Sí queremos una ciudad moderna, pero con historia e identidad, armonía y cultura.
Aunque aún rescatamos en elogios a nuestra verde campiña, sabemos que se va perdiendo y con ello llega la sequedad a la ciudad. ¿Cuántos de nosotros hemos edificado nuestros hogares sobre lo que antes eran áreas de cultivo? ¿Quiénes hemos participado de una construcción; compra o venta de casas o departamentos que han mutilado nuestra andenería y campiña? En Paucarpata, Sabandía, José Luis Bustamante y Rivero, Tiabaya, Sachaca, Yanahuara, Cayma, Cerro Colorado, etc. Y esto continúa a paciencia de autoridades y a merced del dinero aunque haya leyes que lo prohíban.
Hoy también nuestra exquisita gastronomía que va ganando fama internacional, se va perdiendo en las picanterías donde el verdadero sabor a veces se escabulle entre lo comercial y el lucro y ya no es el lugar donde se  sentaba el artesano y el docto para departir y compartir un poto de chicha y así gestar nuevas revoluciones y soluciones para la tierra amada, sino es lugar sólo ya de clases pudientes.
Me siento orgullosísimo de ser arequipeño y doy gracias a Dios por tan atinada natalidad, pero me molesta y la nevada se quiere apoderar de mi todos los días cuando veo a mi linda Arequipa perderse en el caos. Extraño mi ciudad de antes. Hay que celebrar, pero para ello debo amar lo mío y para amar debo conocer e identificarme con lo distinguido y sobre todo preservarlo y defenderlo… ¡Que viva Arequipa!

martes, 7 de agosto de 2012

Acuérdate de Él

El 7 de agosto de todos los años
  
 Te acuerdas de mi abuelo; ¡Papá Juan!: El que hizo su morada con puertas grandes y abiertas,  donde el invitado es del hogar, parte de la familia y la acogida mejor; él que ofreció su casa, toda y a todos, incluso al ingrato, aquél que lo traicionó y no valoró su acogida dejando dolor en su corazón y una honda preocupación. Acuérdate del hombre de la mano fuerte y abierta que ofrecía incluso aquello que no tenía, pero sabía que el otro lo necesitaba y eso importaba. Acuérdate del abuelo; ¡él lo podía todo, lo hacía todo!, hasta quiso “vencer a la muerte”.

Te acuerdas del vaso lleno de cerveza, y que con voz convincente y fuerte decía: “¡Así!... como toman los arequipeños”; como aprendí bien aquello, ¡caray! pero al igual que él, caigo muy rápido… Me dejó también el amor por la naturaleza y el sosiego que crea el cuidar una planta; el nacimiento del cuarto entero para el niño Jesús y el amor por su cruz, que ahora los llevo clavados en el recuerdo y en el alma... y ahí los conmemoro. Me dijo también que: “un clavo no vence al hombre”

El hombre que se hizo desde niño en las calles, lleno de historias y travesías de noventa y tres años. De tez blanca, rostro dulce, con su mirada tierna reflejando siempre en él: la dulzura, la sencillez y quizá también se veía un poco de tristeza; ¿sería por el dolor o el error del pasado en busca del perdón no encontrado en la mujer amada?. A la que luego se la llevó, y ella siempre fiel y sin demoras… lo siguió. Nobleza, dulzura e inocencia que reflejaba su rostro –“tiene la carita como un abuelito de cuento”, me decía una amiga-.

Te acuerdas de Don Juan… ¡el Sr. López!, respetado por vecinos, por propios y extraños,  admirado, seguido por amigos y compañeros de años; querido, ¡amado! por su hijos, sus nietos... bisnietos e incluso se ganó el amor de sus hijos y nietos políticos y otros putativos. Dadivoso siempre.

Él, es valiente, la mano fuerte de mi niñez que me llevaba al pre escolar o a su taller. Brazo firme que nunca me soltó, yo no lo quise hacer, pero poco a poco se fue despidiendo, marchando al Taller de Jesús. Ambos sencillos carpinteros me enseñaron a dar, a servir, a ser humilde... ¡cómo no aprender todo ello! 

Fue ley y guía, padre y amigo en mi niñez; ejemplo de fortaleza –como la casa que construyo, que ni terremoto o borrasca alguna destruyó-, firmeza en mi juventud y, ahora desde lo alto en su eterno hogar es, fue y será, luz compañera en mi soledad. Él, quien en agradecimiento me llevaría -su engreído hecho hombre- cargado al altar para presentarme en matrimonio… Ello no sucederá.

Te llevo en mi corazón y cada recuerdo tuyo no va ni con dolor, ni sufrimiento o amargura alguna; sólo lo acompañan lágrimas de honda tristeza por el vacio enorme que dejas, pero me repongo al repasar tu inmortal frase: “Yo soy Juan Alberto López Valencia... y nadie me jode la paciencia”.