Conmemorando hoy el día internacional del libro y recordando como poco a poco entre a esta apetecible costumbre, viajo a esos tiempos donde –a pesar que sentía la atracción de hacerlo- el leer no era parte de mi agenda; era un niño…, adolescente…, joven muy inquieto y no podía mantenerme en concentración mucho tiempo, pues los pies me picaban, y no sólo eso; sino que con el simple hecho de leer un reglón, mis pensamientos volaban, al igual como lo hacían cuando caminaba de un lugar a otro, o en mis juegos y en mis escapes a Chilina -aún cuando estudiaba y mi mamá a punta de pellizcos impedía que jugará, ya sea con las manos, pies, etc..., pero, no lo podia hacer con mi mente-. Entonces así como poder terminar un libro. No soy como la mayoría de escritores que han tenido una pasión y costumbre de leer desde pequeños; quizá por eso y por otros motivos no sé si considerarme poeta o no.
Recuerdo, y sonrío a la vez: que unos de mis primeros libros –gruesos- que leí y es uno de mis favoritos “La ciudad de la alegría” de Dominique Lapierre, me llevó más de dos años en poder terminarlo y, era prestado –gracias Luchito por tu paciencia-. El que más rápido he leído -dos semanas- fue “El código Da Vinci” de Dan Brown. Hoy en día hay tiempos que llego a leer un libro al mes.
Si no me falle la mente, el primer libro que leí o por lo menos el primero que me ha marcado y me identifico es “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach.
El darme a conocer que me gustaba escribir y que tal vez un don haya en eso; me llevó a descubrir –quizá- el mejor medio que tengo para comunicarme, ya que suelo ser algo tímido y callado. El sentirme libre, dándole espacio a mis sueños y pensamientos que muchas veces se perdían en mi mente y en el tiempo; a usarlo como terapia para aquellos momentos de presión y como fuente nutritiva para la creación (todo igual que el leer). Ese descubrimiento me condiciono a leer más, ya que no tiene mucho sentido el escribir sin leer… van de la mano…, uno mejora al otro y el otro invita a uno. Ambos te liberan, alimentan; te llevan a ensimismarte, percibirte y conocerte. Es todo un placer sentir que ambos sean parte de uno y que tonto soy, que sabiendo lo que ellos producen en mí, a veces lo dejo de hacer.
II