lunes, 23 de abril de 2012

El Placer de leer

Conmemorando hoy el día internacional del libro y recordando como poco a poco entre a esta apetecible costumbre, viajo a esos tiempos donde –a pesar que sentía la atracción de hacerlo- el leer no era parte de mi agenda; era un niño…, adolescente…, joven muy inquieto y no podía mantenerme en concentración mucho tiempo, pues los pies me picaban,  y no sólo eso; sino que con el simple hecho de leer un reglón, mis pensamientos volaban, al igual como lo hacían cuando caminaba de un lugar a otro, o en mis juegos y en mis escapes a Chilina -aún cuando estudiaba y mi mamá a punta de pellizcos impedía que jugará, ya sea con las manos, pies, etc..., pero, no lo podia hacer con mi mente-. Entonces así como poder terminar un libro. No soy como la mayoría de escritores que han tenido una pasión y costumbre de leer desde pequeños; quizá por eso y por otros motivos no sé si considerarme poeta o no.
Recuerdo, y sonrío a la vez: que unos de mis primeros libros –gruesos- que leí y es uno de mis favoritos “La ciudad de la alegría” de Dominique Lapierre, me llevó más de dos años en poder terminarlo y, era prestado –gracias Luchito por tu paciencia-. El que más rápido he leído  -dos semanas- fue  “El código Da Vinci” de Dan Brown. Hoy en día hay tiempos que llego a leer un libro al mes.
Si no me falle la mente, el primer libro que leí o por lo menos el primero que me ha marcado y me identifico es “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach.
El darme a conocer que me gustaba escribir y que tal vez un don haya en eso; me llevó a descubrir –quizá- el mejor medio que tengo para comunicarme, ya que suelo ser algo tímido y callado. El sentirme libre, dándole espacio a mis sueños y pensamientos que muchas veces se perdían en mi mente y en el tiempo; a usarlo como terapia para aquellos momentos de presión y como fuente nutritiva para la creación (todo igual que el leer). Ese descubrimiento me condiciono a leer más, ya que no tiene mucho sentido el escribir sin leer… van de la mano…, uno mejora al otro y el otro invita a uno. Ambos te liberan, alimentan; te llevan a ensimismarte, percibirte y conocerte. Es todo un placer sentir que ambos sean parte de uno y que tonto soy, que sabiendo lo que ellos producen en mí, a veces lo dejo de hacer.
Ese es el placer de leer
I
Aquella portada, de aquel libro
que se presenta como doncella…atrae,
deslumbra al simple roce de la vista por su impronta
-personalidad y estampa que resalta su  belleza-
Y, al acariciar esa fachada
te lleva a su interior embrujándote
desde ya con su aroma
-con sus hojas… con sus ojos-
y luego con su misterio,
que mas allá de entenderlo o no…
lo sigues… la sigues… y hasta sueles amar.

II
“el libro viejo es como el abuelo,
lleno de historia, sabiduría y misterio;
y el nuevo es como el niño recién nacido,
 lleno de expectativa, entusiasmo y esperanza”

Lleva letras que deleitan nuestra imaginación
-nos traen una nueva cultura-
alimentando y saciando la sed que nos da
 el querer saber y volar…
¿a qué lugares nuevos y únicos nos llevará?

Nos libera también de un sistema
que nos ofrece sólo prisas y rutinas…
ruidos y fastidios…
haciéndolos desaparecer silenciosamente…

Letras que al inicio las digieres lento
y el andar se va acelerando
-al igual cuando te acercas a esa doncella-
cuando al final vas llegando
y cuando terminas,
la experiencia es de satisfacción, mas creación y
un apetecible vacio.