"La Visita"
El año pasado tuve la oportunidad de visitar Machu Picchu (Cerro Viejo) en un viaje familiar al Cusco y disfrutar en cada paso que daba el esplendor de esta ciudadela “Maravilla del Mundo” y al transitar por esta y otras –no tantas y todas como me hubiese gustado visitar y espero hacerlo- construcciones incas, no pude más que maravillarme y disfrutarlo. Cada que iba avanzando sólo se venían pensamientos como estos:
Tendrías que llegar hasta mis entrañas y percibir cada sensación, emoción, embeleso y de gratitud por lo cimentado…
Tendrías que extender los brazos y sentir el vuelo de sus espíritus, la fuerza de sus hombros y la tenacidad de sus manos…
Tal vez tratando o queriendo a mis amigos contarles lo que veía, sentía… y que estuviesen ahí.
En el camino que va desde aguas calientes hacia Machu Picchu era para embelesarse y sólo me queda contemplar y tener lista la máquina fotográfica para plasmar la mejor imagen y ante tanta fijación pude sentir y saber porque los incas consideraban dioses a sus montañas “Los Apus”, y es que era impresionante su majestuosidad y me decía:
cerros que matizan a las nubes,
nubes que matizan a los cerros.
Verdes enormes que mi mirada no cubre y rebalsa mi exaltación.
¡Dios son rocas como dioses inmóviles y vigilantes!
refrescados por rápidos cristalinos”
Al llegar a la ciudadela era sólo ¡estar!. No importaba cuanto se sufrió para llegar ahí, quizá por los horarios complicados de madrugada que los niños y mi madre tenían que vivir o preocuparnos por la hora de regreso que nos iba a llevar varias horas que “matar” para salir de aguas calientes a las diez y treinta pasado meridiano de la noche rumbo de regreso a Ollantaytambo. No importaba eso ni las preguntas o protestas de por qué no había más horarios en el viaje a tren habiendo tanta afluencia de turistas (aunque nos toco intermedio, gracias a lo inquieta e inconforme de mi tía; mi hermana, sus hijos, mi mamá y mi otra tía consiguieron asientos). No importaba los vientos fríos, las nubes que no sólo amenazaban con descargar todo su furor sino q lo hacían y había que cubrirse y luego descubrirse porque volvía su clima cálido; no importaba la cantidad de gente y esperar el turno para tratar de sacar las mejores fotografías y el andar despacio para seguir con los demás del grupo. La experiencia era única, después de todo había mucho tiempo, para estarlo y mirando siempre al frente era soñar que algún día haremos camino inca y llegaremos hasta Huayna Picchu (Cerro Joven); pero, eso era por momentos, lo que importaba era el aquí y ahora, la grandeza que visualizaba el paso siguiente y extasiarte de los lugares que no transitaras mas que con la vista. No importaba nada, porque eso era paz y fortalece…
Nos enorgullecemos y admiramos tanta maravilla que construyeron nuestros antecesores pero somos discriminadores y miramos con desdén e inferioridad a los hijos directos de los creadores de estas maravillas regadas por todo el Perú y más allá. Deberíamos detenernos un poco y ver a estos hermanos a la altura de su espíritu inquebrantable que hicieron y hacen verdadera y profunda la historia en nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario