lunes, 21 de marzo de 2011

Segundos y lecciones

(Escrito en Julio del 2008 después del terrible accidente que tuve con mi mamá y que se convirtió en una de mis peores experiencias.)

Hasta hoy, la vida me dio muchas lecciones sobre lo que es importante y diferenciarlo entre lo que es urgente y necesario –cosa difícil en un mundo donde te exige tanto y sobre valora lo superficial-, cada segundo en la vida. Viví experiencias que me daban señales de cómo hacerlo; escuché sermones como el de la montaña y sus despreocupaciones; de sacerdotes y amigos sabios, letrados y experimentados y de mi madre; enfrente la muerte de una amigo–hermano -joven, alegre, dinámico y sin contar la perdida de otros amigos- y la tristeza de perder a mis abuelos. Leí en libros y en la vida de los demás enseñanzas y ejemplos, pero…

Hasta ayer era otro, hoy ya no quiero ser igual que hace este segundo atrás, ¡luchaba por un futuro más estable! y en un segundo la vida me da otra lección sobre que no hay nada estable, de que no hay futuro seguro, solo hay este instante -Hic et nunc- en el cual tú y yo aún podemos respirar.

Hoy después de visitar una clínica la cual se a convertido en mi casa ya que voy mañana, tarde y noche -ya por más de una semana- y sus pasillos se han apoderado de mi vida; todo por aquel segundo que pudo hacer la diferencia…uno antes… uno después… hubiese sido otro el desenlace. Puedo descubrir lo que un simple acto llega a producir en nuestra vida y su repercusión en los demás. El pensamiento, la palabra, la decisión, el obrar que se da en un segundo…, cambia rumbos, cambia destinos, termina ilusiones, termina vidas.

Hasta hoy me descubro un hombre tan frágil, no sé si cobarde o temeroso, pero si consciente de lo sensible y susceptible que  me vuelvo cuando tocan los puntos más queridos que tengo, cuando veo mal aquel ser que amo y lo difícil que se hace mantener la calma para no llegar a la desesperación. Indagar un ¡por qué!, buscar una razón, un culpable, una respuesta, por este y por tantos sucesos dados, por aquellos que te cambian la vida, por lo que se da y lo que no se dio, por los sueños rotos, por los mitos y la inocencia perdida, perdida también la magia y quizá sólo quede duras realidades…, queda frialdad y no hay respuestas, no hay culpables… no se encuentra aquel episodio que pueda acaecer distinto, bueno, lleno de paz y evitar aquellos de tragos amargos.

No hay penados, solo hay hechos, eventos…no encuentro nada más que este momento, este segundo y es que siento que no puedo culpar ni a Dios para poder desahogarme, porque no tiene sentido, no da solución; no puedo juzgar y menos condenar al autor del hecho… sencillamente porque no tengo el valor de lanzar la primera piedra, porque soy tan humano, como tú, como aquel del acto imprudente, como todos; porque hasta hoy aprendí que es como un boomerang las críticas lanzadas, regresan a mí y con mayor fuerza,. Que no soy quien para evaluar a una persona y dictar el veredicto que mi ligereza puede dar. Solo puedo tomar conciencia y meditar sobre ese segundo y sobre cada segundo que hoy en adelante me llevará el vivir. De cada jornada a llevar, de cada palabra que puedo decir o no decir, de  cada pensamiento que debo concebir y aquellos que debo alejar de mi; de cada decisión, porque con ellos formamos al ser que será el segundo siguiente, porque cada uno de ellos llevará alegría o tristeza a mi alma y sobre todo a todos aquellos que en mi camino se crucen: “Cada palabra tiene que ser más que bien intencionada, tiene que ser silencio si no es verdad pura y comprobada, si no rescata lo mejor de la otra persona, más aún si la otra persona no está presente”. Así aprendo una vez más que no puedo levantar el dedo para señalar, culpar y menos para condenar, aprendí que solo puedo y debo esforzarme por mejorar cada momento,  por hacer de mis pensamientos buenos, positivos y en presente.

Hoy me doy cuenta de mi fragilidad y de que necesito de un Dios para enfrentar los momentos difíciles sin tener que recurrir a otros actos que solo me lleven a escapar del momento y puedan empeorar las cosas, que necesito de la mano amiga, del abrazo y el regazo tibio que me permita sentirme niño y bosquejar una lágrima silente.

Solo puedo pedir algo: segundos, segundos para meditar antes de actuar, para pensar en bueno y en provecho de todos, para que las palabras que decimos y no decimos puedan acompañar vidas y no extinguirlas o matar sueños, ilusiones y no llevar a cabo todo con tanta ligereza, como que quizás muchas veces lo hacemos.
 
Como la teoría del caos: Un pequeño segundo, un solo acto, una modificación en sus condiciones iniciales, varía drásticamente el comportamiento de sistemas dinámicos, una vida, una familia, una sociedad, el mundo...

No hay comentarios: