lunes, 23 de mayo de 2011

Distinto andar – En el arte de vivir

Solo la tarde podía reflejar el misterio de su mirada, mas no acompañar ni denunciar el pensamiento de su corazón. Mas el caminante prosiguió sin calcular la resistencia que sus pies le podían dar –no había espacio para pensar en la pesada cuesta futura del regreso-, no se percato del sudor, aquella agua salada que recorría por su frente; ni reparo en el cansancio que se empezaba a sumar... no importaba.

Sus ojos no veían nada, era como andar dormido, sus sueños guiaban su camino y siendo estos tan profundos que ni el ruido de la gente que a prisa transitaba lo despertaba; sólo percibía su respiración como un murmullo de su existencia y de la presencia de un Dios que estaba seguro que lo acompañaba; es por eso que su soledad no era triste y su silencio era primero una comunión con su interior y este a la vez comulgaba con su Dios.

La ruta consciente era de concreto, cemento, asfalto...; mas la de sus sueños era una trocha antigua, lejana, como la de un pueblo olvidado; un camino de herradura o por las piedras de un río. Nada cómodo para actual humano, pero si lo eran para sus pies ya no cansados, porque veía alas puestas en sus talones y sabía que podía volar, saltar, soñar, danzar y seguir sin mirar atrás, sólo la piedra siguiente a sortear o al viento cortar en hojas para sus versos cantar.

Era el loco conocido que el pueblo veía pasar, que lo querían quizá porque a nadie molestaba, pero a veces asustaba, por sus gritos despavoridos de libertad... Su estado de inconsciencia lo hacia diferente al ido mundo que lo miraba bajar por las aceras de siempre, que él las hacia diferente con potente imaginación lo cual era su fascinación... pensar, soñar, idear, crear y recrear con gran regocijo historietas de amor, de prosperidad; de osadas aventuras y con el galardón obtenido por su proeza y loable actuación.

Que absurdo andar –a veces pensaba- ¡Ah! un momento de lucidez... que triste despertar, será mejor volver a dormir, haciendo del lecho la ruta de tu vida y así no sentirse lacerado por el pasado o angustiado por el futuro...

Es un hombre que camina bajo la lluvia; ve a su hermano pasar y no le dice nada, pero espera encontrar una respuesta en su mirada, quisiera detenerlo, pero, se marcha y es mejor, para que molestar, para que interrumpir su andar, puede que llegue más lejos de donde tú estás. Eso se le vislumbra por lo rápido de su andar y la firmeza de su estampa bien pulida.

 Avanza cuadras por las grandes avenidas con la cabeza mojada y hasta los hombros ya sienten la humedad del agua que la casaca vieja no pudo contener, al igual que las zapatillas no detuvieron la entrada y las puntas de los pies también están ya frías, pero eso es una pequeña molestia que no menoscaba lo ida que esta su mirada, ni lo lleno de su mente. “Es mejor andar hacia la nada que detenerse en mucho menos”. Así los pensamientos van y vienen, es un mar de preguntas, de incógnitas, de respuestas que sólo ayudan a respirar... por el momento; al igual que los sueños y las fantasías creadas por el dictamen, pero el enfermo esta desahuciado, el preso está sentenciado, pareciera que el destino existiera y estaría bien marcado. Es un ser inextricable… más que importa.

La lluvia cesa y el aire ha sido purificado, media vuelta y el ascenso empieza; hay un rincón que espera, un descanso que es propio y real, hay las sonrisas cuando imagina un presente no muy lejano, distinto… Empieza en al andar, en el regazo… donde él quiera de nuevo ser el hacedor de historietas, a entrar a su mundo inexpugnable  -llamado por todos orate, nominación simple y honorable- más a esta forma de vida de un caminante, uno más, o quizá ninguno... o sea el único.

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